Yo me autoregaño y me perdono.
Hace unos días me llamaron al teléfono, era de la oficina del ginecólogo obstetra, a quien había confiado mi salud sexual y reproductiva, cuando recibí por parte de él, un diagnóstico de "malformación" cancerosa en el cuello uterino.
Llevo ya casi un año sin visitar un/a ginecólogo/a, por diversas razones, entre ellas la pandemia. Entonces no me he realizado la prueba del PAP. Antes me la hacía cada 6 meses y cada 3 meses una biopsia sin anestesia, en la que removían un pedazo de carne de mi cuello cervical. No sé si lo de no usar anestesia es por que no duele, porque a mí, me dolía. Y no me dolía solo en el momento, me dolía por días, y sangraba mucho. Así pasaron al menos 3 años con citas recurrentes, hospitales, estudios médicos, como una rutina de resultados impredecibles para mí.
Con el tiempo, de tanto visitar el consultorio, la relación con mi médico obstetra se torno casi familiar con el dolor.Un día él dijo algo, que no se sintió bien, no se sintió adecuado. Habló sobre mi ropa (estaba vestida con una falda roja como de gitana, y una camisa amarrada al cuello) no es que sea tan importante pero recuerdo eso. Luego de que me dijera lo bien que me veía, comentó del piercing en mi naríz, y de lo mucho que le gustaban las muchachas así cuando era universitario. Ese día, solo sonreí -avergonzada- y le ignoré. Pensé que no era importante. Y tal vez lo era. Porque era la primera vez que se traspasaba el límite de lo profesional. Yo no iba ahí para adquirir una opinión sobre mi cuerpo, mi ropa, mis ajuares, yo iba a dar seguimiento a una posible enfermedad que podía matarme.
Tenía 22 años, mucho miedo, y muchas ganas de vivir. Aun después de esto seguí visitando al mismo doctor. Con el tiempo decidió que me debía llevar a cirugía para atender mi condición. Eso significaba que estaría sedada, desnuda, y vulnerable con el mismo ginecólogo que hacía unas semanas o meses, da igual (por que no es como que lo apuntaba en un diario) me había hecho comentarios al respecto de mi aspecto físico. Decidí, por lo obvio, vivir, y que no avanzara hacia la enfermedad inminente.
A las semanas, ya en recuperación, tocaba visitar la clínica nuevamente. Esta vez para el alta oficial del médico obstetra. Entré en la sala, y ví la misma camilla, el ventanal al precipicio que anuncian los edificios. Me preparaba para acostarme en la burra, abrir las piernas y relajarme, porque iban a observar mi cervix.
Estaba sola con el ginecólogo, no había una enfermera en el cuarto, esta vez el consultorio estaba lleno, y ella recién se retiraba. Decido hablar entre los nervios y preguntar ¿Doctor está todo bien? ¿Cómo se ve, está sanando?. Y su respuesta fue - en un tono extraño- "tu vagina se ve hermosa". El modo en que respondío no me pareció adecuado, pero pensé “puedo estar sobrepensando”, y me acomodé para sentarme, tras él haberme dado la instrucción "puedes sentarte". Tan pronto como me incorporé sobre la camilla, trató de besarme en la boca, logró hacerlo cercano. Me despegué en shock, asqueada. Continué tratando de ponerme la ropa interior correctamente, mientras él me da la espalda y vocifera,"es que tú, me tientas."
Salí de esa oficina fría, frizada, temblorosa, espantada, confundida. Sabía que eso no había sido normal, sabía que se sentía mal, sabía que era una agresión sexual, sabía que era antiético, sabía que podía ir a denunciar y yo, no lo hice. No lo hice por muchas razones, una de ellas porque necesitaba procesar y entender lo que había pasado. Porque sabía que tenía que tener todos los detalles, hora, día, segundos, milisegundos, gestos, tono de voz, y un título mejor al de una estudiante graduada de periodismo, que ahora estudiaba una maestría en trabajo social. Sabía que no me iban a creer, que iba a salir mal, que ese tipo tenía dinero con que defenderse, sabía que no iban a hacerle nada. Quizás me equivoqué, es probable. Puede ser que mi deber hubiera sido denunciar.
Si algo no me perdono de las violencias sexuales que he recibido en mi vida ha sido, no denunciar. Pero de eso solo tengo derecho a opinar yo. Que soy la "víctima". Nadie me puede decir que hacer con esa violencia que recibí, ni como sentirme, ni como sanarme. Ni siquiera pueden decirme que tengo que sanar. No me puedo culpar, o tal vez puedo, pero tengo conciencia de mi misma al menos, y sé de mi niña, que denunció a los 7 años, que se atrevió, y solo obtuvo violencia institucional, vergüenza y más dolor. Y también la culpa pesada como plomo en los hombros de su madre y de su padre, que le creyeron y que hubieran dado todo por que eso, no pasará.
Y por eso lo comparto, y por eso les cuento esto. Y por eso trabajo, y sueño, y apuesto a la equidad. Porque sé que somos espejos en esta sociedad y que todo esto nos enfrenta. Entonces solo yo me auto-regaño y me perdono. Yo me creo. Mientras tanto, suelto hilo y busco hacer tejidos con otras que me susurren su esperanza, de poder sanarnos en comunidad.
Cuando recibí esa llamada del consultorio del médico que me agredió, hubiera querido decirle a la que llamaba, el porqué mi expediente (por el que ella estaba tan preocupada) se encontraba inactivo hace 4 años. Pude, si me hubiera atrevido, desahogarme, contarle y que ella supiera y denunciar esta vez. Sin embargo, otra vez (en la que quizás pude) no denuncié. Y no sé si algún día lo vaya a hacer, pero tú que lo hicistes, y para ti que no lo has hecho, gracias, yo también te creo.
Y aunque necesitamos muchas cosas para que acabe este dilema (entre otros dilemas) entre denunciar o no - que nos deja el trauma - es de vida o muerte que tengamos perspectiva de género y antiracista en las escuelas y recibamos una educación sexual integral desde niñes. Ya no puede ser parte del tabú, ni se sostiene escudarse en las ideologías, aquí estamos sobreviviendo a la violencia hace rato y no aguantamos más. Nos matan, nos violan, nos desaparecen. Aunque quedemos siempre vivas, una parte nuestra (si no toda) sí que se nos muere por la violencia. Y aunque asumamos con dificultad tratar de construirnos otra vida, queremos poder hacerlo más allá del trauma y saber que vamos a estar bien acompañadas.
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