Tenía una depresión post parto y no lo parecía.
"Saludos, les escribo con el interés de poder publicar una historia que escribí cuando parí a mi segunda hija. En ese momento no sabía que entraba en una depresión post parto que me duró casi dos años en sanar. Releer esta historia me hizo acordarme de ustedes y querer compartirles mi relato, pues casi todo el mundo a mi alrededor no entendían mis sentimientos y se que así habrán algunas que pensaran igual, porque no todo es “peaches and cream” en esto del post parto. Espero que puedan sentir a través de mi escrito un abrazo." - Paola Lasanta.
Hoy uno de esos días que me levanto y observo a mi lado a las dos seres más grandes de mi mundo, mis dos hijas. Hoy no es un día color de rosa, hoy es uno de esos días en que las hormonas me traicionan y me juegan el papel de lo que nadie cuenta que puede que pase después de parir. Y por qué será, porque resulta ser tan difícil poder hablar abiertamente de lo que una siente como madre y más en el post parto. Para mi, a muchas madres -me incluyo en ellas- nos resulta difícil el ajuste que viene después de parir. Se confunde con la depresión post parto y digo que se confunde porque al buscar los síntomas no parece que cumplo con ellos. Y es que al contrario de lo que se lee de la depresión postparto, yo estoy contentísima de tener a mis bebés, me llenan de un amor tan inmenso que ahí es que se pone difícil. Y es que es un amor tan y tan grande que te duele en el corazón. Literalmente.
Hoy se me fue la respiración, imagínate, porque es un amor tan y tan grande que te da miedo amar tanto, porque sabes que lo que tienes, ese tesoro tan grande es prestaito por Dios y ese amor que has creado para ese tesoro es tan grande que te duele y te aterra perderlo. Hoy es uno de esos días en el que me puse a guardar la ropa que usó mi bebé en el hospital y me entró un vacío. Me mire mi vientre y lo vi vacío, lo vi sin ella. Y me dolió tanto porque en mi mente lo único que podía pensar es que ahí es donde estaba más protegida, donde teníamos un vínculo único, solo ella y yo. Así fue también para mi primera hija, pero queremos ser fuertes, queremos que nos miren y no piensen que a veces nos derrumbamos por el simple y sencillo hecho de haber parido.
Pensamos que ahora tenemos que responder ante el llamado de la maternidad. Que hay que olvidarse de los sentimientos de una porque ahora no eres solo tú, ahora una vida depende de ti. Y lloro, lloro de ansiedad, de miedo, de dolor emocional ante tantos cambios todos juntos a la vez, de dolor físico pues mis senos me duelen, me arden, mi pipa a cada rato me recuerda qué hay un útero estirado. Los pies hinchados, los ojos hinchados y con ojeras de un cansancio que más que coraje provoca alivio porque mi bebé´ se levanta cada dos horas para comer, pues está viva. Cuando no se levanta, me levanto para ver si respira. En fin hoy lloré por todo eso.
Mi propósito con esto no es quejarme, sino desahogarme, porque está bien que una se desahogue, está bien que una llore y se sienta la peor. Porque es parte del proceso, porque aunque para algunas parece que es "peaches and cream" para otras es muy difícil el ajuste y no es que estemos tristes o no queramos estar en este estado de maternidad. Es que simplemente somos emocionales, somos sentimentales y amamos tanto que se nos hace un poco difícil poder controlar tanto amor por nuestras crías. Escribo porque está bien "engreír", porque está bien que bebe llore o quiera comer cada hora y no es porque le estemos dando poca leche, sino porque es un bebé que está aprendiendo a vivir. Porque está bien que quieras estar un día en bata todo el día, con las ojeras en Pekín, con la sensación de tu vientre vacío pero con estrías y con la mejor compañía que Dios te ha regalado...tu hermosura y retoño que descansa sobre ti...
Paola Lasanta.
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