la urgencia de vivir.
I.
¿Cuándo dejamos de tenerlo tan claro? esa urgencia de vivir. Es intenso cuando sabemos que todo es nuevo, que cada cosa se ha creado a su justo momento y que somos creadoras constantes de nuestra realidad. Sé que parece solo una idea romántica, pero en realidad siempre estamos creando, cada minuto, cada momento, solo que a veces no sabemos que lo hacemos. Creamos cuando despertamos y abrimos nuestros ojos a la nueva luz, instantáneamente nuestra mente nos traduce a la vista un lugar conocido, reconocemos que estamos en casa, o cuando hemos de estar en algún lugar donde hay sorpresa o el miedo nos acoje en la vista. Nuestra mente nos permite crear, ver a colores, lo que es solo la ilusión de las sombras y las luces que entran y se reflejan en nuestras pupilas y en la niña de nuestros ojos (la niña, así se le nombra al centro del iris por donde entra la luz a los ojos) que recién despiertan.
II.
Mis mañanas más o menos se ven así. Oye que, mejor vamos a mis madrugadas. Entre vuelta y vuelta, consigo una posición más o menos cómoda para dormir. Hay noches que me encuentro con la perfecta, me abrigo a mi misma en un abrazo hasta que se me duermen las manos y los dedos y ahí entonces me suelto y me digo, "tienes que cambiar la postura". Y lo hago, me acuesto de lado, a cucharita, con algún cojín entre las piernas. Así dormí en el embarazo, cuando podía, porque ya dormir boca a bajo, que fue alguna vez el modo preferido, no me era posible, y la mente educa al cuerpo. Cuando una se niega algo termina por tener que darse otra cosa, y una se adapta a eso, a veces.
III.
Recuerdo a mis 21 años y un dolor intenso en mi vientre, de pronto boom una panza me salió de la nada, les juro que parecía más como un acto extraterrestre, me hinché, inflada en segundos como una mujer embarazada, pero no lo estaba. Y el dolor, muy fuerte, de los más fuertes que he sentido en mi vida. Estaba cerca de una de mis muertes. Y me llevaron al hospital más cercano. A dos pueblos de distancia, porque para la gente que vive en Patillas, y en pueblos lejanos al área metropolitana la brega así, ese es el sentido común, esa es la urgencia de vivir que nos roban (BTW, ¡HOSPITAL PA VIEQUES YA!).
Sigo, me llevaron a Santa Rosa, el matadero de Guayama, era eso o nada. A gritos iba, mami desesperá comiéndose las luces de Patillas a Guayama, de una ruta de 25 min aprox se echó 10. Un caso, mami estaba en urgencia de mi vivir, que ahora sé, bien sé con mi amor de mamá, que era también suya la urgencia. Me llevaron a ese hospital, me abrieron el ombligo, y una mini cesárea (sonrisa en mi monte de everest) y me sacaron una masa que apretaba mi ovario derecho y lo hacía casi explotar. El médico, ya no tenía licencia, pero fue el único que me quiso atender, iba a la misma iglesia que yo en ese entonces, había llegado hacía unos pocos meses y me salvó. Dicen que se desmayó en la cirugía, cuando llegó a verme al cuarto, yo estaba drogada con morfina y demerol, me volví un mounstro, entre el dolor y la droga, me hice mala. No supe cómo decir gracias, no quería agradecer nada de lo que me habían hecho, ahora tenía heridas, marcas visibles, y un dolor inmenso, pero perdónenme la ignorancia, yo no sabía, yo en verdad no entendía la urgencia de vivir. A las dos semanas de la operación el médico murió.
IV.
Ahora, en mi presente, les contaba de como eran mis madrugadas; me llegan las mañanas. El sol entra, toda la luz entra, no hay cortina. Y Lucas despierta "hola mamá, te amo" y luego exige alguna teta, ahí es donde me toca decidirme entre una rabieta mañanera o el cuerpo entumecido por la lactancia nocturna. Lucas me dice constantemente verbos de invitación como "vamos" "levántate" "juega" " baila" " corre" "Mami" y cuando digo constante, es más como "no es lo mucho es lo seguidito" que decía mami antes de darme un cocotazo. Pero me divierte, yo soy un ser animal y me encanta ser una mamífera, amo ser madre de Lucas, y (a veces) hasta amo la oportunidad de volver a ser niña. No les voy a negar que tengo mis días, algunos en los que no me gusta ser mamá, y me voy en contradicción y en conflicto, pero no son los más. Es mi privilegio. Mi hije me ha invitado tantas veces a vivir, pero lo hace con tanta urgencia, como si se acabara el tiempo, como si jugáramos un perfection y fueran a explotar todas las piezas de nuestra casa, o de nuestra vida, y no nos fuera a quedar nada. Quién sabe. Para saber, hay que tener la urgencia de vivir.