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Hoy no tengo poemas

Hoy no tengo poemas, ni canciones, tampoco mucha musa para hacer arte con las palabras; apalabrar el sentir es un ejercicio complicado de por sí. Lo que sí tengo es: mucho cansancio, incertidumbre y poca paciencia. Con la situación de la pandemia, también han llegado tiempos muy duros, aunque no ha sido el mismo impacto para todes, porque eso depende de nuestros privilegios, claro está. Hablando de privilegios, pienso que a veces tenemos muchos no identificados. Por ejemplo, he visto que hay padres y madres que pueden llegar a normalizar el apoyo familiar-comunitario con el que cuentan para criar a sus hijxs. Algo que para mi pareja y para mí sería un alivio, eso de tener con una red de apoyo cerca no ha sido nuestra realidad.

Les contaré un poco la razón por la que no contamos con algo tan necesario para la crianza saludable. Hace un tiempo que mi pareja y yo vivimos fuera de Puerto Rico, durante estos años yo he estado trabajando en mi propio negocio con el concepto: casa-taller y mi compañero ha estado trabajando fuera de casa. He asumido la crianza de nuestrx peque 24/7 a la vez que trabajo desde casa y cuido de mi hogar ¡sí! Todas las jornadas al mismo tiempo, de lunes a viernes de 8:30am a 6pm, porque tengo la dicha de tener un compañero que asume su rol de cuidador y “housemate” en su totalidad cuando está presente. Nuestra comunidad está al otro la’o del charco y aunque nos separa mucho mar, el apoyo a distancia siempre se ha hecho sentir; pero ¡que lindo sería tenernos cerca! Nuestrx bebé nació en la Diáspora, así que nos hemos tenido que conformar con establecer relaciones familiares a distancia, según lo permita la tecnología. Se me rompe el corazón cuando en una videollamada escucho a mi Mamá decirle a su nietx: “échate pa’ ca pa’ olerte” seguido de un “¡ay! que rico huele bebé de buela”, imaginándose que esa interacción es más real, palpable y humana. Cuanto quisiera yo también que así fuera. Poder tenernos cerca para gozarnos, compartirnos, crear memorias juntxs y también para escaparme de vez en cuando de mi labor de cuidadora.

Hace unos días hice el ejercicio de calcular las horas que mi peque y yo hemos estado separadxs en 3 años… sólo han sido 30 o menos -incluyendo las veces que salgo a hacer compras. Luego de haber hecho la suma me dije: ¡Coño, ahora lo entiendo todo! Entiendo por qué estoy tan drenada, tan poco motivada con la escuelita en casa, tan triste, tan sola. Se me hace más fácil entender por qué mi pareja y yo ya no hacemos tantas actividades juntxs, porque estamos tan cansadxs y con tan poca diversión… no hay nadie que nos cuide a la bendición. Asumir la crianza es maratónico y sin comunidad se hace más difícil. Estamos conscientes de que todo el tiempo que hemos invertido en la crianza de nuestrx pequeñx ha dado y seguirá dando frutos, pero también queremos reconocer nuestros límites. Debemos entender que se puede cambiar el plan sobre la marcha; podemos ajustarnos a las necesidades y emociones de lxs cuidadorxs también. Hoy escribí desde la tristeza, con una frecuencia energética muy baja, pero esperanzada de que muy pronto nuestra rutina cambiará, lo que también será retante, pero es el cambio que necesitamos y decidimos en familia. Ya les contaré -puede que en prosa- sobre nuestra nueva fase: Mamá en la calle/Peque en la escuela.

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