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El país lo corremos 'Las Luchonas'

No fue hasta hace poco que pude comprender porqué desde que tengo memoria se me hace tan difícil conectar con mi mamá. Tuve que tener un hijo, pasar un por un desamor, sentir el pisotón de las estructuras y verme sola. Tuve que sentir ese desespero de querer salir corriendo sin saber pa donde...sentí a mami en mis noches más tristes. Me ví en ella las veces que me ha tocado hacerme fuerte y perderme en la rutina. Comprendí que para que yo tuviera todo lo que he tenido, ella tuvo que sacrificar hasta lo más preciado que hay en la existencia, sus conexiones. Eso hace una “mamá sacrificada”, y no es porque lo quiera, es que no se les impone menos.

Es irónico cómo en el mundo virtual nos pusimos de acuerdo para burlarnos de las “luchonas”. Este es el termino utilizado para el estereotipo de una mamá soltera, joven, pobre, posiblemente descrita como cafre, yal, que está empoderada de su sexualidad, se faja para verse bien, estar al día y principalmente se siente orgullosa del trabajo que conlleva ser madre y mujer pobre en este país. Es burlarse abiertamente de la faena invisible que nos toca diario. Es reproducir la idea patriarcal que desprecia a las mujeres pobres que crían sin la compañía de un hombre. Es callar, nuevamente, la ausencia de los hombres en el trabajo que requiere cuidar de un hogar.

A unas el estereotipo les pesa más que otras. Esto depende de su clase social, raza, edad, nivel de educación, redes de apoyo y por supuesto, el status de la relación con el papá de la cría. Luchonas somos muchas, de hecho, gran parte del país. Donde yo vivo (en un residencial de apartamentos por sección 8) la mayoría de las familias son lideradas por nosotras. Fue aquí, mas allá de vivirlo,donde me fue evidente el trabajo del que no se habla, porque se naturaliza, lo normalizan, lo esperan, nos dividen, nos juzgamos.

Criar, trabajar y vivir en este país conlleva una carga física, mental, emocional, económica y espiritual enorme. Aquí todas somos bien distintas y criamos distinto pero nos une la rutina encerrada, oculta y necesaria para que un país capitalista corra. Para que la economía funcione y para que la vida siga.

Regresando donde mami…aunque ella y mi papá fueron pareja hasta hace poco, como a muchas otras le tocó correr el hogar sola. Que si coordinar las citas, administrar la economía, las cosas de la escuela, la ropa, los trastes, la comida, el trabajo de 40 horas, la casa limpia, recogida, bonita, verse bien, el ejercicio, los regaños, enseñar valores, bregar con papi borracho, la falta de un abrazo. Ser fuerte, ser ejemplo, callar, aguantar, aguantar, aguantar… llorar en silencio. Llegar a la casa del trabajo a trabajar. Preparar todo para mañana, dormir, despertar. Repeat. Pasaron los años y ya tiene nietos. Como madre ha hecho excelente trabajo, es la duraka, senda luchona, pero ¿qué momento tuvo para mirarse pa dentro? ¿se pueden crear vínculos sanos y afectivos siendo constantemente explotada, sola y en silencio?

Mamá sacrificada, mamá dolida, mamá sin sanar… obstáculo para conectar. Ma’ te siento, te llevo. Las maternidades feministas proponen distribuir el trabajo del hogar de manera equitativa para que nosotras tengamos el espacio de respirar, disfrutarnos, existir fuera de las labores de la crianza y poder disfrutarla con mayor plenitud. Liberarnos de la culpa, encontrarnos y sanarnos en el proceso. Reconozco los privilegios que me han llevado a aprender un poco sobre esto y tratar de ponerlo en práctica pero igual hay días bien pesados, llenos de cansancio y soledad de la que no se habla y de la que no ven. Por ejemplo, para mi hijo su papá es más divertido que yo. Para mí papi fue más relajado que mami. Pues ninguno tiene ni tuvo la carga de correr un hogar, porque ya se lo están haciendo. Ya la comida está hecha. Hay una cuidadora que sacrifica sus propias conexiones por otras. No es así en todos los casos, pero estoy segura de que sí en la mayoría.

Dar otra mirada, una llena de poder es a las bien llamadas mamás luchonas. Aquellas que hablan y gritan la libertad desde sus espacios y a la misma vez crían. A su manera, como mi vecina la sandunguera. Salen del lugar designado a la mujer tradicional, somos más atrevidas, nos disfrutamos. Resistimos. Sin duda y sin reparos me atrevo a decir que la carga más pesada de este país la llevamos nosotras las luchonas. Que no es invisible y que nunca lo ha sido. Y como ya no estamos en silencio, eso les molesta. Somos unas bravas, pero que no se quede ahí el término, porque no es un darse en el pecho, es exigir respeto. Mayor responsabilidad afectiva, honra, padres presentes, responsables, distribución de tareas, tiempo de calidad con las crías y sobre todo espacio para poder conectar conmigo, con una misma. A ver si se me da y encuentro el vínculo con mi mamá en la tranquilidad y no en el ajoro. Un país que nos cuide, a las que cuidamos¿será eso posible?

  • La luchona

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