Post parto: "Jodida pero contenta"
En la noche del primero de octubre llegue al hospital Municipal de San Juan. Luego de un viaje de aproximadamente una hora desde mi hogar al hospital lo único que deseaba era que todo fuese según el plan deseado, aunque muy adelantando pues a penas celebraba ocho meses gestando a mi cría. Llegue alrededor de las seis de la tarde y entre las mil diligencias, me admitieron al cuarto de parto. Allí me encontré sola por un tiempo. Me conecte con mi cuerpa, con la música de mujeres que habían hecho de mi proceso de apoderamiento uno fortalecido y bendecido y entre las liricas de “Jodida pero contenta”de Buika y “Malo”de Bebé, solo imaginaba la esencia de aquella cría que pronto estaría en mis brazos.
Mi proceso fue liberador y transformador y dejé mis miedos atrás. Le perdí el miedo a la vergüenza, a la gente, sus miradas o gestos. Me desnudé en un cuarto que hice mi hábitat. Me imaginé leona, una fiera, la mujer con más fuerzas. Conecte con mi cuerpa, aquella a la cual había rechazado y le di la bienvenida a la mujer que pujó hasta parir a su hermosa bebé arcoíris.
El día que me dieron de alta recuerdo había un aguacero. Fue la primera vez que no supe que debía hacer. Sentí cuando los nervios invadían mi cuerpa y entre la confusión solo me quede parada y esperando que alguien me ayudará. La habitación del hospital nunca estuvo vacía y las noches aunque complicadas fueron de acompañamiento. (Hace ya más de un año que siento nadie me acompaña de esa manera y que la emoción de una cría en la familia ha pasado a periódico de ayer).
Ese mismo día, al llegar a la casa había personas esperando para dar la bienvenida. Todxs con emoción de coger al bebé en los brazos y yo deseando descansar en mi cama y regresar al espacio que ya no se sentía mío y ahora era de las visitas que querían ver a bebé. Así fueron varios los días y el entusiasmo con el tiempo desapareció.
Sin embargo mi tristeza, la confusión y mi miedo, continuaban inundando e invadiendo mi corazón. Sentía que en las noches intentaban abrir la puerta y me quedaba despierta hasta la madrugada esperando enfrentar a aquella "persona" que pasaba por frente a la puerta de mi hogar. Soñaba que cargaba en mis brazos bebés muertos. Me levantaba gritando porque veía el reflejo de "personas" mirando por la puerta del cuarto. Todavía, ya más de un año, acuesto a mi hija en el pecho para protegerle o para salir corriendo cuando sea necesario sin dejarla atrás y sin que nadie le haga daño.
Perdí apetito y horas de sueño y entendía era tiempo de pedir ayuda. La última vez que visité a un psicólogo fue cuando el Tribunal me otorgó una orden de protección y recibí servicios en ODIM. Les visité menos de tres veces. Aquella vez no era como esta vez y sentía que algo estaba mal conmigo.
La mujer que miraba al espejo tenía una sonrisa que se desfiguraba de tanto fingirla y una voz que le decía que no valía para nada. Recuerdo lloré cuando me hicieron un referido al psiquiatra. Me diagnosticaron “depresión severa con ansiedad y rasgos psicóticos” y de ahí me marché con la esperanza pérdida de aquel sueño de ser la madre feliz, libre y apoderada. He ido cambiando mi rutina para sentirme mejor conmigo misma. Las mañanas de desayuno y oración al Universo me han hecho de bien. Los cafés a sola me han ayudado a pensar un poco más y a conectarme de nuevo. He tenido algunos días buenos y otros que la ansiedad provoca que terminé vomitando sin ánimos de proceder mi día.
Ya no me visitan las caras que se asomaban en mi cuarto. Sin embargo, de momento vuelvo y les recuerdo y pido por favor no se interpongan en mi vida. Aun así (y no entiendo como lo hago) no dejo de ser feliz junto a mi bebé arcoíris. Siento que me guía con su luz a través de esta pesadilla. Cuando el sueño se interrumpe observo su pequeña carita que a mi lado duerme y entiendo... tal vez no hoy, tal vez no mañana pero todo estará bien. Entonces cierro los ojos y continúo imaginando el día que di a luz y entre lágrimas pido volver a ser aquella leona porque la mujer del espejo se encuentra pérdida.