Yo merecía una mejor historia
Yo quisiera escribir de mi maternidad y mis aprendizajes, pero yo tengo un mogollo emocional en mi vida que me salen mil historias en cada pensamiento.
Yo merecía una mejor historia.
Sabíamos que estábamos jugando con fuego. Ya la relación no iba bien cuando me enteré de que estaba embarazada. La verdad es que siempre estuvimos de acuerdo con tener un bebé en algún momento, pero ya no estábamos bien. Aún así, luego de debatirlo varias veces, tomé la decisión de tener al bebé.
Yo sabía lo que iba a pasar, pero tenía la esperanza de equivocarme. Todo el proceso fue intenso, inestable, lleno de emociones profundas y por supuesto, también hubo mucho amor.
Finalmente, llegó María.
Ese huracán fue un revolcón en nuestras vidas. Me dejó ver que no había un enfoque claro en cuál era su percepción de la familia. Yo me sentí bien sola. Bien triste. Con una pipota. Tejía y tejía.
Mi familia ya sentía mi tristeza y eso me daba coraje, porque yo no quería que se preocuparan por mí.
La gota que colmó el vaso fue demasiado dolorosa. Todavía me pregunto que habré hecho tan mal en esta vida para que me tocara una historia tan llena de dolor durante mi embarazo. Yo merecía una mejor historia. Pero esta fue la que nos tocó.
Yo estaba en una cita, de esas últimas y me dan la noticia de que los laboratorios dieron positivo a Clamidia. Mi mamá me acompañó a esa cita y mi mayor reto en esa tarde fue ocultar los pedacitos que me quedaban en el corazón. Finalmente, a través de antibiótico por vena, pude limpiarme y parir al bebé.
Los peores días de mi vida los tuve luego de esa noticia. A pesar de que cargaba con mucha ilusión a mi bebé, dentro de mí yo tenía un infierno quemándome y llenándome de odio por él.
Pienso en todos los momentos que trabajé sola horas y horas para pagar las citas del bebé, mientras él jangueaba y vacilaba, para luego, sin protección metérmelo a mí y a mi pipota. Sigo sin perdonarlo, pero espero poder liberarme de eso.
Asimismo, tampoco lo pude dejar instantáneamente. No sabía. Yo no me imaginaba pariendo sola, llegando con el bebé sola a la casa, y dándoles explicaciones a la familia, así que me lo aguanté por un pal' de meses, a lo que procesaba. Como en todos los casos, el tenía cosas muy buenas y ricas de las cuales no era fácil despedirse.
Cuando el bebé nació, me llegó la luz. Sentí amor nuevamente en mi corazón y supe que ya no amaba de manera bonita a quién era mi compañero. Yo le rogaba a la vida que me lo sacara del lado. Que me ayudara a salir de él.
Mi postparto fue lleno de resentimiento. El lo hizo todo para ganarme nuevamente, pero nada fue suficiente. Ni las flores, ni las comidas, ni los regalos, ni las cartas, ni los detalles, ni su amor hermoso por su bebé.
Logré plantearme nuevas metas. Imaginarme en otro escenario. Decidir por mí.
Me fui.
Fui admitida el programa de Maestría que anhelaba, conseguí un apartamento por sección 8 y le dije, finalmente, a mi familia que yo no estaba con él. Se me hizo bien difícil exponerme como mamá soltera, pero lo logré.
Mi dolor no culminó ahí. Al mes de mudarme, recibo un mensaje de la actual novia de él, en el que me expresaba que quería ser parte de la vida del bebé, ya que entendía que su compañero era primero padre antes que todo. Ella sin duda lo hizo con la mejor intensión, pero no tienen idea de como esas palabras pisotearon mi ego y mis procesos.
El me expresó que estaba conociendo a esa muchacha. La cual ya quería y deseaba respetarla y no fallarle como hizo conmigo. Ese día vomité.
Ahora no solo tenía que trabajar con el trauma que me creó adquirir esa enfermedad en mi última semana de embarazo, sino que vería como esa relación se mantenía y se disfrutan en familia. Lo que yo soñaba con él y con mi hijo, lo tienen ellos por allá. Y aunque reconozco que, no se trata de ella, no puedo negar que todavía me atormenta pensar en que quién me hirió tanto, tiene la dicha de tener una segunda oportunidad con el amor, con una muchacha bonita, buena y que representa un status social privilegiado, y el así, como si nada, dichoso.
Hace poco me dijo que tiene un hogar con ella y mi hijo. A él le gusta restregarme que ya no somos pareja, cada vez que discutimos por algo del bebé (aunque fui yo la que me fui).
A mí me duele mucho todavía. Yo escribo esto para ver si de alguna forma este dolor se sella y me deja ser la persona que yo recuerdo ser antes de vivir tantos malos momentos Ser la que aspiro, la que sanó y a la que contar esto ya no le duela.
Sanar no es lineal.
Hoy me siento así, pero la verdad es que yo he adelantado mucho en este proceso.Yo vivo agradecida de la paz que tiene mi hogar. De mis noches sola. De mi sofá que yo misma me compré. De mi cuarto. De mi cama grande fría y sola. De mis trastes solo míos. De mis horas para mí.
Vivo agradecida de volverme a tener. De que el bebé nos tiene a los dos. El por allá y yo por acá, pero nos tiene. Así es mejor.
Cuando el se va con su papá yo tengo mis días libres y descanso. Me encantan. A veces veo Netflix por horas, o me voy a janguear, o me masturbo, o me meto a Facebook sin culpa, o hago cosas de la Uni o simplemente no hago nada. Y aunque extraño al bebé y a veces me pongo triste, amo mucho este acuerdo, que me tomó trabajo aceptar.
Cuando iba a tener al bebé, lo más que me asustaba era perderme de mi misma. Y desde que lo tuve me volví a encontrar.
Mi maternidad me va sanando y me reta a crecer. He tenido que aprender a compartir el ser que más amo con quien, a veces, todavía odio. He tenido que aprender a desapegarme de mi cachorro que todavía lacta. He tenido que aprender a aceptar que yo no lo soy todo para él como él no es todo para mí.
Que papá también lo cuida bien. Que el bebé a veces prefiere jugar y jugar con papá. Que no siempre tengo que estar en control de todo. Que no siempre tengo que estar. Que puedo ser libre y no tengo porque sentir culpa. Que es de los dos y de ninguno.
Y que siempre, siempre, no importa que, yo soy su mamá. Ese vínculo no necesita que estemos juntos muchas horas todos lo días. Ese vinculo lo que necesita para mantenerse bello y encendido, es una mamá sana y feliz, es hacia donde me dirijo. A ver si yo misma me arreglo esta historia, porque si de algo estoy segura, es que yo merecía otra historia.
De eso es de lo que quiero escribir, pero no sé por donde empezar.
- La luchona.