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Una historia de amor sobre un aborto "late term".

Decir que has tenido un aborto es igual a que te conviertas en la "mala de la película" para la mayoría de la gente en esta isla. Esto es así sin importar las razones por las cuales hayas tenido que hacerlo. Como consecuencia, pierdes amigos y hasta la familia te critica la decisión. Llegas a sentir la culpa sin importar que lo hayas hecho porque tu vida corría peligro o por que tu hijo de todas formas iba a morir.

Para contarles de mi historia debo retroceder a hace 5 años, donde me someten a una cirugía de emergencia en la cual tuvieron que eliminar parte de mi cervix debido a un proceso de células pre-cancerosas. Mis médicos (3 ginecólogos distintos) de ese momento me dijeron que las probabilidades de tener un embarazo a término serían bastante bajas. Sin embargo meses más tarde conozco al que es mi pareja actualmente y decidimos que si sucedía un embarazo sería bienvenido. Casi un año después quedo embarazada por primera vez y tengo un aborto espontáneo de primer trimestre a los 4 días de haberme enterado que estaba embarazada, seis meses después quedo embarazada nuevamente y hasta las 17 semanas todo era normal. Luego en un checkeo de rutina llegó lo que nadie quisiera escuchar. Nuestro bebé venía con una condición que no era compatible con la vida. Buscamos segundas opiniones, fuimos a varios médicos y todos coincidían en el mismo diagnóstico.

En nuestro caso y digo nuestro, porque hace casi 4 años que estoy con mi pareja y fue una decisión informada que tomamos entre ambos, decidimos terminar un embarazo de 20 semanas de gestación, lo que se conoce como un “late term abortion”. No porque no quisiéramos a nuestro hijo, al contrario, era un embarazo deseado y planificado y en cada cita hasta el momento nos habíamos emocionado al verle en los sonogramas y escuchar su corazoncito.

Sí, he tenido que enfrentarme a una sociedad que me imponía como lo correcto continuar con un embarazo en el cual mi vida corría peligro y en el que cada día me tendría que levantar sabiendo que mi hijo moriría al nacer y tendría que verlo agonizar, ya que médicamente no podrían hacer nada por salvarle. Esto me lleva a pensar en los efectos emocionales que hubiese conllevado vivir con ese sentimiento hasta el momento del parto. Con un historial de depresión, estoy casi segura que el peso de vivir con ese diagnóstico hasta el momento del parto hubiese tenido un impacto grandísimo en mi salud mental.

En un país donde el por ciento de enfermedades mentales va en aumento,donde no se habla ni se atiende la salud mental de las mujeres, no quería ser un numero más.

Tómanos la decisión y fue un proceso amoroso, tuvimos una semana hasta el momento del procedimiento, para despedirnos de nuestro hijo. Nuestro ginecólogo el Dr.Casiano fue un angel y el acompañamiento a distancia de Paloma quien iba a ser nuestra doula, nos ayudo a sobrellevar el proceso. Mi hijo nació completo, no a pedazos como sugieren muchos pro-vida, pudimos estar con el un tiempo y despedirnos además de conocer más a fondo su condición ya que el Dr. no explico de forma clara todo lo que ocurría con su cuerpecito debido a la condición.

Cada día me reafirmo en que tomé la decisión correcta, a pesar de las críticas de la gente. Además que gracias a esta experiencia, tuve la oportunidad de donar leche humana producto del embarazo, lo que salvo vidas de bebés prematuros. Todo este aprendizaje me lleva a concluir que todo proceso de aborto, sea cual sea la razón, tiene un propósito. Sí, perdí a mi hijo, pero su muerte dio vida a varios, me dio vida a mí. La sociedad debería ser más empatica con las mujeres, con las madres y entender que estos procesos no son porque sí, que cada mujer tiene una razón de peso para terminar un embarazo y sea cual sea es su decisión, es su cuerpo y su proceso.

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